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Un viaje para la historia

    (EDITORIAL  DE CAMINO, 4 DE OCTUBRE) La visita del Papa Francisco a Cuba y Estados Unidos nos llena de esperanza. El Peregrino de la Misericordia cumplió el cometido de un viaje que estaba lleno de expectativas. Los gestos de ternura y cariño hacia los que sufren que tuvo el Sucesor de Pedro, sensibilizaron […]

 

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(EDITORIAL  DE CAMINO, 4 DE OCTUBRE)

La visita del Papa Francisco a Cuba y Estados Unidos nos llena de esperanza. El Peregrino de la Misericordia cumplió el cometido de un viaje que estaba lleno de expectativas.

Los gestos de ternura y cariño hacia los que sufren que tuvo el Sucesor de Pedro, sensibilizaron hasta a los que tienen un corazón de piedra.

Hace años que tres ciudades norteamericanas como Washington, New York y Filadelfia no experimentaban los sentimientos más nobles de una población sedienta de humanismo y trascendencia. Las horas de cada día se vistieron de alegría.

En Cuba se vivieron días similares. El mensaje del Obispo de Roma resuena en La Habana, Holguín y Santiago, encontrando eco en miles de hombres y mujeres que harán suya la revolución de la ternura.

En ambas naciones el Papa recibió de las autoridades un trato afable, cariñoso y de acogida inolvidable.

Esperamos que los frutos de este encuentro comencemos a cosecharlos. El mundo actual necesita ideales hermosos que permitan a sus habitantes vivir la dignidad que otros nos arrebatan.

Que hagamos parte de nuestra existencia aquellas palabras del Papa en las Naciones Unidas cuando advertía: Hay que evitar todo tipo de abuso con los países en vías de desarrollo. Los organismos no deben tener una misión asfixiante hacia ellos. Lejos de promover el progreso someten a las naciones a un sistema de mayor pobreza y dependencia.

En otra parte de su discurso proclamó: El ambiente es un bien fundamental. El hombre no está autorizado para destruirlo. El abuso y la destrucción son acompañados de un imparable proceso de exclusión.

Los más pobres son los que más sufren, por un triple motivo: Son descartados por la sociedad, obligados a vivir del descarte y deben sufrir las consecuencias del am­biente. Es la cultura del descarte. Como pueblo dominicano nos haría muy bien refle­xionar este mensaje papal, y cambiar de actitud para construir una mejor sociedad.

Sigamos orando por el Papa Francisco. El mundo lo necesita. Sus huellas nos llevan a Jesús.

 

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